ANGAKOO (América del Norte)
Uno de los nombres del chamán o hechicero esquimal portador de la tradición y la sabiduría populares y mediador con el mundo de los espíritus. Los angakoq eran casi siempre, aunque no exclusivamente, masculinos. El chamán cura a los enfermos, domina la climatología y ofrece buena caza. Para ser chamán, una persona ha de obtener la protección de un espíritu guardián (tornaq) capaz de adoptar la forma de un ser humano, oso o piedra. El tornaq más potente es el oso.
AHRIMÁN (Irán)
Principio del mal en la antigua mitología irania. Su nombre procede de la expresión Angra Mainyu, “pensamiento destructivo”.
Ahrimán estaba en permanente oposición con Ahura Mazda (señor de la sabiduría), cuyos dos nombres se fundieron para convertirse en Ormuzd. El profeta Zoroastro (c. 628-551 a.C.) dijo: “En el principio ambos espíritus eran conocidos como lo bueno y lo malo en pensamiento, palabra y acto. Entre uno y otro los sensatos elegían correctamente, no así los necios. Cuando dichos espíritus se reunieron crearon la vida y la muerte para que, al final, los seguidores del engaño se encontraran con la peor existencia y los seguidores de la verdad con el señor de la sabiduría.”
Esta doctrina de recompensa y castigo, de bienaventuranza celestial e infortunio infernal asignada a los hombres buenos y a los malos en la vida de ultratumba tuvo una influencia directa en el pensamiento hebreo y, posteriormente, en el cristiano. A decir verdad, en el Antiguo Testamento la relación entre Satán y Yahveh es semejante a la que sostienen Ahrimán y Ahura Mazda.
Los hebreos exiliados en Babilonia descubrieron que sus liberadores iranios practicaban un monoteísmo parecido. El profeta Isaías sostuvo que Ciro, primer monarca del Imperio persa, era uno de los ungidos de Yahveh porque salvó a los hebreos del cautiverio.
Según Zoroastro, Ahrimán frustró los planes de Ormuzd, que pretendía convertir Irán en el paraíso terrenal. En el principio la creación era sabia y libre, pero en seguida se vio acosada por la intervención de Ahrimán: frío en el invierno, calor en el verano, enfermedades y todo tipo de trastornos que el hombre debe soportar. A Ahrimán nada le satisfacía más que un alma que se rebelara contra Ormuzd y rechazase la benevolencia del supremo.
Para complicar aún más las cosas, Ahrimán creó a Azhi Dahak, un dragón de tres cabezas que se retorcía en el cielo cual una gran serpiente. Según un mito a Ahrimán se le reconoce la matanza de Geush Urvan, el toro original, aunque en la versión habitual del relato es Mithra quien mata al toro.
Según la interpretación mitológica clásica, el bien y el mal surgieron de una única fuente del ser que trascendía y reconciliaba a los opuestos. Empero, Zoroastro adoptó un rígido código dualista, según el cual el bien y el mal libraban una guerra eterna en la tierra.
Ormuzd dijo al profeta: “Todo don que he dado a la humanidad ha sido equilibrado por un regalo maligno de Ahrimán. Ese, el creador del malestar, el infortunio y la muerte. Fue él quien inició la lamentable práctica de enterrar o quemar a los muertos.”
Bajo la inspiración de Zoroastro, los colonizadores arios de Irán ignoraron las deidades locales y degradaron a buena parte de sus propios dioses a rango infernal. Por consiguiente, el enjambre de partidarios demoníacos de Ahrimán incluía a los dioses y las diosas más arcaicos de la mitología hindú.
Con el paso de los siglos, se suavizó la tajante dualidad de la mitología irania. Durante la dinastía de los Sasánidas (226-652) surgió la idea de Zurvan Akarana (“tiempo infinito”). Este era un ser primitivo preexistente del que surgieron tanto Ormuzd como Ahrimán.
Como Zurvan Akarana había prometido autoridad al primogénito, Ahrimán rasgó el útero a fin de reclamar para sí este privilegio. Así, el principio del mal pudo gobernar durante miles de años, si bien en una fecha determinada Ahrimán sería destruido y Ormuzd reinaría sobre la tierra resucitada. En esta Frashkart (“renovación final”), el principio del bien contaría con la colaboración de Saosyant, profeta salvador.
Tiamat, la dragona babilónica del caos, y el dragón hitita Illuyankas se parecían a Ahrimán en el sentido de que constantemente se oponían al orden creado.
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