jueves, 31 de diciembre de 2009

¡¡¡FELIZ 2010!!!

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UN REGALO PARA EL NUEVO AÑO

3d santa
EL AGUADOR DE JÚZCAR
En el pueblo de Júzcar, en la provincia de Málaga, vivió en tiempo de moros un cabrero islamita cuya historia conocían todos los aldeanos de la comarca.
Se decía que aquel pastor conocía todos los recovecos de las altas cumbres de la Serranía de Ronda. Al parecer, este hombre descubrió un lugar donde manaba una pequeña corriente de agua que, un trecho más adelante, se bifurcaba en tres riachuelos diferentes. Con el tiempo y después de muchas pesquisas, el cabrero se dio cuenta de que aquel nacimiento de agua abastecía a tres localidades: Júzcar, Faraján y Alpandeire.
El cabrero, bastante astuto, ideó una estratagema para enriquecerse fácilmente. Fue al lugar donde se separaban los tres arroyuelos y desvió uno de ellos hacia otro, de modo que dejó sin agua a uno de los tres pueblos: Júzcar. Cuando las gentes del lugar vieron asombradas que el río se secaba, los vecinos y sus animales comenzaban a padecer sed y los productos de las huertas corrían peligro por la sequía, empezaron a lamentar su suerte y buscar remedios para su desgracia.
El cabrero bajó al pueblo y les dijo que si abonaban una cierta cantidad, él conseguiría que las aguas volvieran al pueblo. Ante la angustiosa escasez en que se hallaban, los vecinos accedieron a su petición y reunieron una buena cantidad de oro. Con el zurrón lleno, el cabrero salió del pueblo y se internó en la espesura. Poco después, las deliciosas aguas volvían a correr por el cauce del río.
El astuto cabrero utilizó la misma añagaza con los otros dos pueblos, Faraján y Alpandeire. Y luego volvió a hacerlo varias veces más…
Como nadie podía imaginar que la sequía se debía a la astucia avariciosa del pastor, cada vez que en alguno de los pueblos faltaba el agua, los vecinos acudían a él para que les devolviera el río. El cabrero accedía de buena gana, pero las exigencias de oro y objetos preciosos eran cada vez mayores. De esta forma, el cabrero pudo comprarse ricos atavíos, levantar una hermosa casa en el pueblo de Júzcar y vender las cabras a otro campesino.
Sus vecinos, viendo que había abandonado su oficio de cabrero y conociendo que su familia siempre había sido pobre, empezaron a pensar cuál sería el medio del que se valía para aumentar sus riquezas. A fuerza de mucho cavilar, llegaron a la conclusión de que eran ellos y los vecinos de los otros dos pueblos los que estaban contribuyendo a su enriquecimiento. Y así llegaron a la conclusión de que el causante de la sequía que periódicamente les dejaba sin agua no era otro que el avispado cabrero. Los aldeanos quisieron descubrir el secreto del morabito, pero no pudieron averiguar cómo conseguía secar los cauces a su gusto. Por envidia o por venganza, determinaron acabar con el misterio de un modo cruel, y una noche le dieron muerte. Desde entonces, las aguas de sus ríos jamás se secaron.
Adaptación de Emilia Cobo de Lara, tomada de diversas fuentes y la tradición oral, HISPANIA INCÓGNITA, págs. 302 y 303
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lunes, 21 de diciembre de 2009

SE DICE QUE…

saludete

El poder de la tortuga se corresponde con la longevidad, la defensa pasiva y el respeto de los límites.
Green Sea Turtle
Shamash, el dios sumerio de la justicia, se complace con ofrendas destinadas a los necesitados.
shamash
Las velas en forma de U representan al dios y a la diosa o a almas gemelas.
prod20081021075702
Potencia la fertilidad y la agudeza mental. Su calor transmite energía, por lo que conviene servirla cuando se precisa potenciar el poder
  mostaza           pMostaza

lunes, 30 de noviembre de 2009

HIERBAS MASCULINAS

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Las hierbas masculinas son:
Ajo
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Anís
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Azafrán
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Canela
canela
Eneldo
Anethum_graveolens (eneldo)
Laurel
laurel
Marrubio
marrubio
Menta
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Pimienta común
pimienta comun
Romero
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Yuca
yuca elephantipes

miércoles, 25 de noviembre de 2009

ALÍ EL ARENERO

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En los años previos a la conquista cristiana de las tierras malagueñas, hasta entonces bajo el dominio musulmán, existió en el pueblo de Arenas un arriero que se dedicaba al comercio de la seda y otros productos de la Axarquía, como higos, uvas, pasas y aceite.

     Su recorrido serpenteaba por los pueblos de la Axarquía malagueña y la ciudad de Granada, pasando por los altos de Zafarraya.

     Cada poco tiempo se veía a este comerciante, acompañado por su recua de mulas, transitando por los caminos más inaccesibles (y en muchas ocasiones nevados) del puerto de Zafarraya. El viaje hasta esas escarpadas lomas era enojoso y lento, porque las bestias solían resbalar a causa del hielo que había en el camino. Muchas bestias murieron en aquellos inhóspitos senderos y mucha mercancía se perdió en los hielos de aquellas cumbres.

     En cierta ocasión, al pasar Alí por estos nevados lugares, se encontró con un anciano que yacía aterido de frío junto a unas piedras del camino. Alí se detuvo junto al anciano, y le dio comida y mantas para que entrara en calor hasta que el anciano se repuso lo suficiente como para seguir camino por sí mismo. El anciano, agradecido por las atenciones del arriero, le dio un consejo que a Alí le resultó de gran valía.

     Habiéndose enterado que Alí era natural de la aldea de Arenas, un lugar de donde se extraía una arena muy apreciada para la construcción, el anciano le dijo que en el próximo viaje llevara una bestia cargada con arena y que la fuera derramando sobre la nieve del camino. De esa forma, las caballerías no resbalarían y el camino podría hacerse más transitable. Alí atendió el consejo y el resultado fue sorprendente. Las caballerías avanzaban confiadas por aquellas trochas nevadas, haciendo el viaje mucho más cómodo y seguro.

     Alí, entendiendo lo importante que era para los viajeros aquel descubrimiento, decidió cambiar su oficio y convertirse en arenero. A partir de aquel momento se dedicó a transportar arena y a esparcirla por los caminos de aquellos parajes previo pago de los caminantes y viajeros. Este nuevo oficio le reportó buenos beneficios y, desde entonces, a aquel arriero se le conoció como Alí el arenero.

Adaptación de Emilia Cobo de Lara, tomada de diversas fuentes y la tradición oral, HISPANIA INCÓGNITA, págs. 301 y 302

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jueves, 5 de noviembre de 2009

LA CUESTA DEL REY CHICO

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En Granada, al pie de la Alhambra, junto a la puerta de Hierro, hay una cuesta empinada que desde hace cientos de años recibe el nombre de “cuesta del Rey Chico”. Se la conoce con ese nombre por el importante papel que desempeñó en tiempos de este rey granadino. Boabdil el Chico era hijo de Muley Hacén y de su esposa Aixa, llamada la Horra –la honrada.

     Sucedió que un día, cuando ya era viejo, Muley Hacén se enamoró de una renegada de hermosa belleza llamada Soraya. El rey rechazó a su esposa Aixa y tomó como favorita a Soraya. Esta mujer, bajo su bella apariencia, escondía un alma ruin y ambiciosa. En pocos años tuvo dos hijos con el sultán y deseaba que alguno de ellos heredara el trono de su padre. Sin embargo, Muley Hacén había tenido con Aixa varios hijos que tenían más derecho al trono que lo de Soraya.

     Soraya pensaba que si Boabdil o cualquiera de sus hermanos alcanzaban el trono, ella sería quizá encarcelada o castigada, y sus hijos, desterrados o asesinados. Utilizando sus ardides de mujer, logró imponer su voluntad sobre el viejo rey y Muley Hacén ordenó dar muerte a sus hijos mayores, aquellos que habían nacido de Aixa, su primera mujer.

     Un día, los hijos de Aixa desaparecieron. Su madre los buscó inútilmente por todo el palacio. Al aproximarse a uno de los subterráneos, oyó unos lamentos inconfundibles. Apresuró el paso, pues reconoció la voz de sus hijos, pero sólo llegó a tiempo para ver cómo eran degollados. Presa de un gran dolor, Aixa volvió a sus habitaciones y anidó en su corazón un profundo odio hacia Muley Hacén y, sobre todo, hacia Soraya, que, con su ambición, había sido la causante de la muerte de sus hijos. Por fortuna, su hijo primogénito había salido de la Alhambra y no habían podido apresarlo. Pero Boabdil volvería muy pronto y su padre tal vez decidiera asesinarlo, como a sus hermanos menores.

     El enloquecido espíritu de Soraya no se sació con aquellas muertes, pues aún quedaba vivo el enemigo más temible: el heredero del trono. Poco a poco, primero con súplicas y con caricias tentadoras, y más tarde con exigencias y lamentos, Soraya consiguió que el sultán tomara la tremenda decisión de ordenar la muerte de su primogénito y preferido, Boabdil, que estaba destinado a sucederle en el gobierno y en la posesión de la bella Granada, de sus riquezas y de la joya incomparable de la Alhambra.

     Durante algunos días, Muley Hacén estuvo vacilando, antes de dar la orden de ejecución… Pero, al fin, una mañana, vencido por las malas artes de Soraya e incapaz de negarle nada, el sultán llamó al mismo esclavo que había ejecutado a sus otros hijos y le ordenó que al atardecer de aquel mismo día le presentase la cabeza de su hijo Boabdil.

     Éste se hallaba en las habitaciones de su madre, lamentando la dureza y crueldad del rey, su padre. De pronto, se presentó el esclavo encargado de matarle. Aixa dio un alarido de terror al reconocer al verdugo de sus hijos menores y Boabdil se aprestó a la defensa daga en mano. El esclavo, al verse en desventaja, se arrojó a los pies del príncipe manifestando su arrepentimiento y avisándole del terrible peligro que corría su vida.

      Boabdil quiso salir de la habitación y encontró la puerta cerrada. Su padre, no confiando plenamente en la obediencia del esclavo, lo había seguido y había escuchado todo lo que había ocurrido en la habitación. Y para evitar que su hijo huyera, había cerrado la puerta desde fuera.

     Aixa, dispuesta a facilitar la salvación de su único hijo vivo, despedazó las cortinas y tapices de la estancia y trenzó una escala. Ató un extremo a una de las columnas del ajimez y obligó a su hijo a descolgarse por ella y huir del palacio. Cuando el príncipe se vio a salvo, fuera del palacio, corrió por las calles desiertas de la ciudadela. Era noche cerrada y, al llegar junto a la puerta de Hierro, descendió por la pedregosa cuesta que desde entonces llevó su nombre.

     Una vez fuera de la Alhambra, Boabdil corrió a refugiarse en el palacio que poseía su madre en la ciudad de Granada –este palacio fue derribado años más tarde por don Hernando de Zafra, secretario de la reina Isabel la Católica, y en su lugar se levantó el convento de santa Isabel.

     Muley Hacén, que pronto tuvo noticia de la huida de su hijo, entró en la habitación de Aixa, que aún permanecía encerrada. Al verla junto a la ventana, con la escala de telas en la mano, comprendió lo que había ocurrido y quiso matar a la sultana. No lo consiguió porque el esclavo se interpuso entre ambos, dando ocasión a Aixa para escapar. Días después, el sultán ordenó descuartizar al esclavo.

     Boabdil, al día siguiente de su huida de la Alhambra, se alzaba con la flor y nata de los guerreros granadinos y destronaba a su padre.

     Muley Hacén tuvo que salir de la Alhambra e instalarse en la Alcazaba Cadima –en el Albaicín-, donde se hizo fuerte y pudo salvar su vida. Pocos días más tarde, presa del miedo y del rencor, Soraya entregaba su negro espíritu a Alá.

     Y así reinó Boabdil, llamado el Chico, que una noche huyó de la Alhambra por la cuesta que aún lleva su nombre.

 

Adaptación de Emilia Cobo de Lara, tomada de diversas fuentes y de la tradición oral. HISPANIA INCÓGNITA, págs. 298 a 300boabdil_chico_2-136

sábado, 31 de octubre de 2009

SAMHAIN


El gato negro es un símbolo clásico de Samhain/Halloween. Durante siglos, se ha relacionado al gato con la brujería, con la magia y con la Diosa. Por ejemplo, Bast, la Diosa-gata egipcia era representada típicamente con la forma de una gata negra. Más adelante, los romanos identificaron a Bast con Diana, a quien durante la Edad Media se llamó la "Reina de las brujas ". Históricamente, se han hecho pocas distinciones entre brujas, hadas, diosas y gatos , ya que durante distintos períodos de la historia, se ha creído que el gato las representaba a todas en su forma física.
Este Samhain, haz magia gatuna con tu amigo felino (supongo que también vale con tu perro, si no tienes gato) para conseguir protección y buena suerte en el Año Nuevo celta. Sostén a tu gato sobre tu regazo, enciende una vela blanca y repite este encanto 3 veces:

En esta noche de Samhain invoco a Diana, diosa de la Luna,
y con esta canción brujil echo un hechizo de protección y buena suerte.
Mi amigo felino y yo realizamos este hechizo como un solo ser.
Que se haga nuestra voluntad y que nadie sea dañado.
-Ellen Dugan-

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Al principio del Año Nuevo de las brujas, las noches se hacen largas, los vientos enfrían y comienza el frío invierno. Para celebrar esta última cosecha se prepara  carne, se almacenan cultivos de raíces, frutos secos y manzanas, y las actividades del año llegan a su fin. Se pagan las deudas y las cosas viejas se limpian, se arreglan o se desechan. Se barre la casa para dejarla limpia y las viejas escobas se tiran para ser reemplazadas por escobas nuevas para garantizar que los miembros de la familia no tengan ninguna mala suerte en el nuevo año.
El aire chisporrotea de energía y excitación mientras el velo entre los mundos es fino, los espíritus están cerca y el poder está en el aire. Ésta es una noche para celebrar a la bruja y practicar algunas costumbres ancestrales. La asamblea de brujas y los solitarios celebran este sabbat con respeto, alegría y trabajos mágicos.
Los espíritus son contactados fácilmente y las deudas con quienes han fallecido se pagan en forma de ofrendas dejadas en los cruces de caminos. Ahora se puede acceder más fácilmente a los diferentes mundos, incluyendo el reino de las hadas. Se debe tener cuidado de no ofender o faltar el respeto a los muertos, a los moribundos o a otros seres que están más allá de nuestro plano de existencia.

Abby Willowroot
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lunes, 19 de octubre de 2009

LA BELLA JARIFA Y EL ABENCERRAJE

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El alcaide Antequera, Rodrigo de Narváez, salía con frecuencia con un pequeño grupo de hombres armados a explorar los territorios cercanos. Por ser Antequera zona fronteriza con el Reino de Granada, era necesario defenderla de las correrías sarracenas.
     En una de estas jornadas de vigilancia, una noche de primavera en la que los campos andaluces estaban bañados por la luna, cuando la brisa perfumaba de jazmines los aires y cuando el silencio era más profundo, Narváez y sus hombres se detuvieron para que los caballos pudieran descansar. Estando recostados en la hierba al pie de unos árboles, en las cercanías de un camino que llevaba a Álora, oyeron un ligero rumor y las pisadas de un caballo que cruzaba la pradera. Pensando que se les ofrecía una ocasión en que emplear su valor, se incorporaron rápidamente y, cogiendo sus armas, saltaron a los caballos y se dividieron en dos grupos, no sin antes acordar que si alguno de ellos se encontraba en aprieto, avisase mediante un toque de corneta para que el otro grupo pudiese acudir en su auxilio.
     Con la visera calada, adarga al pecho y lanza en ristre, los hombres se parapetaron cerca de una encrucijada de caminos, donde esperaban sorprender al intruso. Cada vez se sentía más cerca el trote de un caballo, al tiempo que les llegaba el dulce sonido de una canción de amor en lengua morisca.
     La soledad, el silencio, la pálida claridad de la luna, el perfume de las flores y el susurro de las hojas mecidas por la brisa infundía en el ánimo de los soldados un sublime recogimiento y daba mayor armonía a la canción, cuyo estribillo decía:

Allí vivo donde muero,
estoy do está mi cuidado,
de Álora soy el frontero
y en Coín enamorado”.
    
     Cinco de los cristianos que formaban el grupo más avanzado se quedaron quietos hasta descubrir al caballo y a un jinete moro… Aquel era quien interrumpía con su enamorada canción el silencio nocturno de los bosques. Más atentos a la buena presa que a la canción del enamorado, a una señal se abalanzaron sobre él con furioso ímpetu. Aún siendo cinco contra uno, no pudieron los cristianos con él: la lanza del moro hizo morder el polvo al primer atacante, abrió paso y el caballo árabe, picado por el jinete, se ocultó entre las sombras de los árboles que había más adelante. Los burlados hicieron sonar su corneta y a su señal salió Narváez con sus compañeros al encuentro del fugitivo. El alcaide de Antequera hirió al caballo del moro con un venablo y, de esta forma, consiguió detener al sarraceno y obligarle a rendirse. El moro arrojó con desdén su lanza y, sin pronunciar palabra, se hundió en un profundo llanto.
     Era el cautivo un mancebo gentil que no había conocido veintitrés primaveras, vestía una marlota de seda con rica guarnición, una graciosa toca tunecina, bonete de grana y caminaba armado de lanza y de adarga labrada.
     -¿Quién eres? –preguntó Narváez, admirado por el lujo y gentileza del joven aventurero.
     -Hijo del alcaide de Ronda.
     -¿De qué tribu eres?
     -Abencerraje.
     -¿A dónde te dirigías a tales horas y a través del bosque? –A esta pregunta, quedó el moro silencioso y volvió afligido a su llanto-. Esas lágrimas –añadió Narváez- desmienten tu linaje: no hay abencerraje cobarde ni tan flaco de espíritu que se muestre abatido por el infortunio, ni que llore como tú ahora, más como mujer que como soldado.
     -No me intimidan el cautiverio ni la muerte –replicó el moro-. Mi negra fortuna ha querido afligirme con el más hondo de los pesares.
     -¿Y cuál puede ser éste? Cuéntalo, que tal vez pueda mitigarlo tu vencedor, el alcaide Rodrigo de Narváez.
     Un tanto sosegado el  moro, al saber que estaba en presencia de uno de los caballeros más cumplidos de Castilla, hizo relación de su pena:
     -Hace años que es señora de mi libertad Jarifa, hija de un enemigo de mi linaje y alcaide de un castillo inmediato. Por ella he teñido mi lanza en la sangre de tus cristianos ¡y ojalá hubiera podido conquistar un imperio para llamarla mi reina y señora! Mi fiel amiga me esperaba esta noche en los jardines de su castillo para huir conmigo y celebrar secretamente nuestra boda. Jarifa aguardará en vano toda la noche sin que resuene en su jardín el galope de mi caballo. ¡Dime ahora si tal desventura no merece lágrimas…!
     -¿Juras como caballero volver a mi poder si te doy libertad para que desengañes a tu mora contándole tu desgracia? –preguntó entonces Narváez.
     -Lo juro.
     -Pues toma tu caballo y tu lanza y honra a tu dama, pero no olvides que mañana deberás estar conmigo en Antequera.
     Diligente, el moro llegó a los jardines donde le aguardaba Jarifa; refirió su cautiverio y el juramento que le obligaba a cabalgar hasta Antequera para sufrir prisión. La mora se propuso entonces seguirlo, como esposa y compañera de infortunio, sin que el abencerraje pudiera disuadirla pintando muy a lo vivo las penalidades del cautiverio.
     Jarifa sacó secretamente sus joyas y ricos adornos mujeriles y, colocada en la delantera del caballo, entre los brazos de su amante, huyó del hogar paterno. Ambos entraron en Antequera, se postraron a los pies de Narváez y le ofrecieron las joyas como precio del rescate. El alcaide, magnánimo, les dijo:
     -Sois libres. Adornen estos presentes la sien de la desposada y añada a ellos los que yo le regalo.
     Y entregó a la mora grandes riquezas con las que elebrar las bodas de los enamorados. Además, Narváez ordenó que todos los caballeros y señoras de Antequera acudieran a rendir homenaje a los leales amantes. Escribió una carta al padre de la novia intercediendo por los novios –porque las locuras de amor bien pueden perdonarse-, y dispuso que una lucida escolta los acompañase, para protegerlos, hasta las puertas de Ronda.
     Días después llegaron unos emisarios de Ronda trayendo a Narváez seis mil escudos y varios hermosos caballos. Eran los presentes que el abencerraje hacía a su libertador. El alcaide de Antequera, galantemente, rechazó el obsequio ordenando a los moros que se lo llevasen de vuelta y que dijesen al abencerraje que él no solía robar damas, sino servirlas y honrarlas.
Adaptación de Emilia Cobo de Lara de diversas fuentes y la tradición oral.
Hispania incógnita, págs. 295 a 298
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domingo, 4 de octubre de 2009

HADAS ESCOCESAS

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Las ondinas que viven en los lagos de Escocia son conocidas por el nombre de Kelpies.
Uno de estos extraños  seres se encaprichó de un monje al que intentaba seducir de todas las maneras posibles.
El santo varón, sin embargo, consiguió resistir sus propósitos arguyendo que primero tenía que aprender a vivir bajo el agua.
Como esto era imposible, la kelpie acabó por despedirse de este proyecto amoroso, no sin antes haber derramado abundantes lágrimas, que se transformaron en guijarros de color verde gris, a los que los escoceses dan el nombre de "lágrimas de sirenas".

clip_image004En una ocasión, en Escocia, una de estas criaturas frecuentaba un tranquilo estanque, a veces con forma de un precioso pez, otras en la de una doncella tan grácil como los abedules que se contoneaban junto al agua.      

Aunque nadie pudo decir cómo sucedió, sedujo a un joven llamado Colvill, que acabó abandonando a los suyos para estar con ella en la laguna.

Durante todo un verano gozó de un placer infinito en los brazos de la ninfa, yaciendo entre los árboles.

Y de no haber sido por su familia, que concertó su matrimonio con una mujer mortal tan risueña y alegre como el mismísimo verano, hubiese desperdiciado su vida de esta manera.

Después de la boda, Covill permaneció a su lado durante algunos días, aparentemente ajeno a los hechizantes peligros del otro mundo.

Pero, sin saberlo, su esposa le hizo caer de nuevo en las redes de la doncella de las aguas.

Había oído hablar de sus citas.

Una tarde, en el jardín de la casa de sus padres, le pidió que no volviera al estanque.

Covill miró fijamente a su dama y en medio de ese decorado, acudió a su mente la imagen del estanque de la montaña, con sus delicados abedules, y la del pelo suelto y los ojos marrones y sonrientes de la ninfa.

Covill abandonó a su mujer y regresó al estanque.

En su hogar de las tierras altas, la ninfa de las aguas le estaba esperando, casi invisible entre los nenúfares.

Atusándose el pelo, le preguntó:

-¿Te gusta mucho tu nueva dama, joven Covill?- dijo con suavidad.

El respondió que no y la abrazó, pero la ninfa sólo le sonreía: una sonrisa tan fría como el agua que vigilaba.

-¿No te duele la cabeza, joven Covill?

De repente notó un dolor tan intenso en sus sienes que le saltaron las lágrimas de los ojos.

-Corta un pedazo de mi vestido y envuélvete la cabeza, su magia te aliviará el sufrimiento.

Así lo hizo. Con su cuchillo cortó una tira del blusón que llevaba puesto la ninfa, mientras ella le observaba con ojos inexpresivos.

Como si fuese una cuerda de hierro, la seda se hincó en su cráneo, cada vez con más fuerza, hasta que el hueso se quebró y brotó sangre de sus oídos.

Sus pies vacilaron mientras clavaba los dedos en la venda de la ninfa, intentando quitársela, pero sólo consiguió que se apretara más.

Se volvió hacia ella cuchillo en ristre, pero la ninfa se alejó rápidamente, ligera como las gotas de agua.

Se detuvo un instante al borde del estanque y dijo:

-Está muy mal joven Covill, abandonarme por una doncella mortal.

El muchacho cayó al suelo enloquecido de dolor y la ninfa se sumergió en la laguna.

Cuando por fin los amigos de Covill salieron a buscarle, le encontraron ahogado.

Nada pudieron ver en el estanque, exceptuando el airoso coleteo de un hermoso pez.

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FLORES DE MI BOSQUE

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Cala
Budleia
Budleia
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Pensamientos
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Rosas
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Primavera
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Dragonaria






domingo, 27 de septiembre de 2009

HADAS ALEMANAS

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El hijo del guardabosques de Tuttlingen, en la Selva Negra, volvía a una hora avanzada de la noche de una sesión báquina en la que se había vaciado más botellas de lo razonable.

El joven que se llamaba Berthold, atravesaba canturreando los prados inundados por los rayos de luna y los agradables bosques de abetos más oscuros.

De repente se detuvo bruscamente.
Algo sobrenatural parecía clavarlo en el suelo.
A pocos metros del camino se extendía una laguna llena de flores, cuyas orillas suavemente inclinadas se perdían entre las cañas.
A dos pasos de la orilla, una joven encantadora,
clip_image002sumergida en el agua hasta la cintura, peinaba su larga cabellera.

Pero la impresión de Berthold fue mayor todavía cuando la joven, en vez de huir, le respondió con dulzura, sin mostrar el menor temor.
El joven volvió a ver a la muchacha al día siguiente y pronto nació entre los dos una profunda pasión.
Entonces la muchacha de las aguas hizo saber a su enamorado que se llamaba Evelina, que era de la raza de las ondinas y que para casarse con ella debería hacer una extraña promesa: la de no ir nunca con ella sobre el agua.

Berthold hizo la promesa y se consumó el matrimonio. Era una alegría verlos, y de la mañana a la noche, igual que de la noche a la mañana, las dos criaturas se amaban con tanto abandono y tanta naturalidad que los vecinos sentían deseos de imitarlos.

La llegada del invierno no cambió esta feliz armonía.
Una mañana Berthold dijo a su mujer:
" -Luego saldrás conmigo; te he preparado una sorpresa".
Cuando llegaron a la laguna en la que Eveline se había aparecido por primera vez, el joven sacó de un paquete dos pares de patines y exclamó:
"- Qué alegría esposa mía, te voy a enseñar a patinar".
Pero Eveline se puso pálida como la nieve.
"-¡Tu promesa! ¡Olvidas tu promesa!- exclamó con una voz lamentable.
Berthold se echó a reír y levantando a su mujer en volandas, la depositó sobre el hielo.

Pero ¡ay! el hielo se rompió y, mientras Berthold se agarraba desesperado a los bloques de hielo, Eveline se sumergió y desapareció para siempre.

Han pasado dos años.
El tiempo ha secado las lágrimas del guardabosques.
Sus amigos le han hecho comprender que es demasiado joven para quedarse viudo.
Se ha vuelto a casar con una graciosa muchacha que no pide otra cosa que hacer feliz a un joven y apuesto muchacho.

Mientras los violines resuenan todavía a lo lejos, los dos recién casados han penetrado en la cámara nupcial.
De golpe, una sombra se yergue en medio de ellos y los separa. Es Eveline.
Al día siguiente, y al otro, y al otro...la misma escena se repite.
Eveline aparece siempre para reclamar sus derechos.

La recién casada ha regresado a casa de su madre y Berthold está encerrado en una casa de salud, donde habla sin cesar de la bella ondina que vive en el fondo de la laguna.

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En Epfenbach, cerca de Sinzheim, todas las noches tres hermosas jóvenes vestidas de blanco entraban en la habitación del pueblo donde se reunía la gente para hilar.

Siempre aportaban nuevas canciones y nuevas melodías, conocían bellos cuentos y juegos divertidos.

Sus ruecas y sus husos tenían también algo particular.
Ninguna hiladora sabía torcer el hilo con tanta finura y agilidad como ellas.

Todas las noches, al dar las once, se levantaban, hacían un paquete con sus ruecas y se retiraban, a pesar de todas las súplicas de la asamblea.
Nadie sabía de dónde venían y adónde se iban.
Simplemente las llamaban "las hijas o las hermanas del lago"

Los muchachos las veían con placer y varios se enamoraron de ellas, sobre todo el hijo del maestro de la escuela.
Nunca se cansaba de escucharlas y de hablar con ellas.
Y nada le apenaba tanto como el verlas partir tan temprano.

Un día tuvo una idea.
Hizo retrasar el reloj del pueblo una hora y, por la noche, entretenidos con la conversación y las bromas, nadie se dio cuenta de la hora real.
Entonces, cuando el reloj dio las once, las tres jóvenes se levantaron, juntaron sus ruecas y se marcharon.

Al día siguiente, algunas personas, al pasar junto al lago, oyeron unos gemidos y vieron tres manchas de sangre en la superficie del agua.

Nunca más volvieron a ver a las tres hermanas.


El hijo del maestro, afectado por una languidez enfermiza, murió poco tiempo después.

En las tres hermanas, dulces, amables y laboriosas, nada indicaba la frecuentación del espíritu de las tinieblas.
Se recordó tan solo que los bajos de sus vestidos tenían a menudo el dobladillo mojado, única señal por la que se podía reconocer a las ondinas.

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viernes, 25 de septiembre de 2009

SEGÚN PARECE, MATAR GATOS POR PLACER NO ES DELITO…

El 'matagatos' del PP se va de rositas

El Juez archiva el caso alegando que la muerte de los gatos era fruto de una cacería sin ensañamiento

 

PUBLICO.ES - Madrid - 24/09/2009 19:55

En el caso del "matagatos del PP", el Juez ha decidido archivar la causa alegando que la muerte de los gatos era fruto de una cacería sin que hubiera ensañamiento.

En febrero de 2008 salieron a la luz unas fotografías escandalosas de un joven mostrando como trofeos cuerpos muertos de gatos. Se trataba de Jaime Ferrero, entonces candidato del PP al Ayuntamiento de Talavera de la Reina en las elecciones municipales y miembro de las Nuevas Generaciones del PP en esa localidad toledana, al que, desde entonces, se le conoce como el "matagatos de Talavera" o el "mata gatos del PP".

Junto a su compañero Juan Carlos Vázquez, estos jóvenes organizaron una matanza de gatos indefensos, fotografiándose después con los cadáveres agarrados con ambas manos y exhibiendo una amplia sonrisa. Posteriormente, los jóvenes colgaron las imágenes en Internet para presumir de su "hazaña".

Su comportamiento fue tachado de inmoral e impropio de una persona perteneciente a un partido político y candidato a unas elecciones municipales y los medios de comunicación y la sociedad en general condenaron su actitud sádica y cruel.

Expulsados del PP

La misma visión tuvieron los responsables del Partido Popular que expulsaron a los dos protagonistas de las imágenes de sus filas, en lo que constituyó un rechazo contundente de su comportamiento.

Denuncia

Según denunció Amnistía Animal estos hechos constituyen un delito tipificado en el artículo 337 del Código Penal, que se refiere al maltrato de animales domésticos. Por eso, este organismo solicitó que se aplicara el citado artículo, que prevé condenas de entre tres meses y un año para este tipo de delitos.

"Nuestra sorpresa ha sido mayúscula cuando la Procuradora nos notifica que el juez que atiende en el caso dictó el pasado 11 de septiembre un auto que dispone el sobreseimiento y archivo de la actuación, alegando que los gatos fueron cazados y que de ello se deduce que no hubo ensañamiento", señala AA en un comunicado, que ha interpuesto el correspondiente recurso de apelación, manifestando que la pasividad a la hora de aplicar la ley está haciendo que "individuos como éstos puedan desarrollar conductas violentas con total impunidad".

Uno de los miembros expulsados de NNGG sonríe mientras maltrata a los gatos

lunes, 21 de septiembre de 2009

CUENTO DE LAS MUJERES DESOBEDIENTES

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Creía este buen señor que la mujer había nacido únicamente para ser fiel y obediente al marido, tener hijos, criarlos y educarlos…

 

<<No es duda que la mujer es desobediente, por cuando si a la mujer algo se le dijere o mandase, ha de hacer todo lo contrario. Esto es ya regla cierta, y, por ende, el dicho del sabio Tolomeo es verdadero: “Si a la mujer le es mandado cosa vedada, ella hará cosa negada”. Pero por venir más en conocimiento de ello, ponerte he aquí algunos ejemplos.

>>Un hombre muy sabio vivía en una ciudad muy grande. Éste tenía una hermosa mujer y de gran linaje, y ensorberbecida de su hermosura, como mal pecado hacen algunas, cometió contra el marido adulterio, siendo de muchos amada y aun deseada, tanto que del fuego hecho hubo de salir humo (vamos, que se supo que era adúltera). El buen hombre sintió su mal y, obrando sabiamente, mejor que algunos que se dan con la cabeza en la pared, dejó pasar un día, y diez y veinte, y pensó cómo pondría remedio a dicho mal. Pensó: “Si la mato, soy perdido, que tiene dos cosas por sí: parientes que procederán contra mí; nadie debe tomar la justicia por sí sin conocimiento de derecho y legítimos testigos, dignos de fe y buenas probanzas, con instrumentos y otras escrituras auténticas, y esto delante de aquel que es por la justicia del rey presidente o gobernador,corregidor o regidor, y ninguno por sí debe tomar venganza ni punir a otro ninguno. Y, según esto, pues yo por mí, sin probanzas, no lo puedo hacer; ítem más: los parientes dirán que se lo levanté (que se lo inventó) para matarla y quererme con otra de nuevo unir, he de tenerlos por enemigos”. Pues visto todo lo susodicho y los males y daños que de ello pudieran venir, no la quiso matar por su mano, por no ser destruido; no la quiso matar por vía de justicia, que sería difamado. Fue sabio y usó de artes, según el mundo, y aunque, según Dios, escogió lo peor; pero pensó acabar con ella por otro camino, que él sin culpa estuviese en el mundo, aunque no en Dios, según dije. Por cuanto el que da culpa al daño y por su razón se hace, tenido es el daño; pero él quiso que pareciera ella ser causa de su propia muerte. Y, por tanto, tomó ponzoñas confeccionadas y mezclólas con el mejor y más odorífero vino que pudo hallar; por cuanto a ella no le amargaba el buen vino, y púsolo en una ampolla de vidrio y dijo: “Si yo pongo esta ampolla donde ella la vea, aunque yo le mande cuidar de no beber de eso, ella, como es mujer, hará lo que yo le vedaré y no de dejará de beber de ello, y así morirá”. Dicho y hecho. El buen hombre sabio tomó la ampolla y púsola en una ventanaBotellita_ouzo donde ella la viese. Y luego dijo ella: “¿Qué pones ahí, marido?”. Respondió él: “Mujer, esta ampolla; pero mándote y ruego que no gustes de lo que dentro tiene, que si lo gustas, morirás, así como nuestro Señor dijo a Eva”. Y dijo esto en presencia de todos los de su casa, porque fuesen testigos. Y luego hizo que se iba. Y aún no estuvo en la puerta, cuando ella tomó la ampolla y dijo: “Quemada me vea si no veo qué es”. Y olió la ampolla y vio que era vino muy fino, y dijo: “¡Tómate allá, qué marido y qué solaz! De esto dijo no gustase yo. Pascua mala me dé Dios si quedo con esta manzanilla. No quiera Dios que él solo la beba, que las buenas cosas no son todas para la boca del rey”. Dio con ella en la boca y bebió un poco, y luego cayó muerta. Cuando el marido sintió las voces, dijo: “Dentro yace la matrona”. Luego entró corriendo el marido mesándose las barbas, diciendo en altas voces: “¡Ay, mezquino de mí!”. Pero por lo bajo decía: “¡Qué tarde lo comencé!”. Y en altas voces seguía diciendo: “Cautivo, ¿qué será de mí?”. Y en su corazón decía: “Si no muere esta traidora”. Luego tiraba de ella, pensando que se levantaría; pero acabó allí sus días. Pues ved aquí como la mujer, por no querer ser obediente, hizo primero lo que le vedaron, y murió como otras por esta guisa mueren.>>

Alfonso Martínez de Toledo (1398-1470), arcipreste de Talavera

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<<Otra mujer era muy porfiada, y con sus porfías no daba vida a su marido. Un día imaginó cómo con toda su porfía le daría mala postrimería el marido, y dijo: “Mujer, mañana tengo convidados a cenar: ponnos la mesa en el huerto, en la ribera del río, debajo del peral grande, para estar cómodos”. Y la mujer así lo hizo. Puso la mesa y compuso una buena cena y sentáronse a cenar. Y traídas las gallinas asadas, dijo el marido: “Mujer, dame ahora ese cañivete [cuchillo pequeño] que en la cinta tienes, que este mío no corta más que mazo”. Respondió la mujer: “¡Huy, amigo!, ¿dónde estáis? No es cañivete, que son tijeras”. Dijo el marido: “Ahora en mal punto, ¿del cañivete me haces tijeras?”. La mujer dijo: “Amigo, ¿qué es de vos? Que tijeras son: ¡tijeras!”.Cuando el marido vio43929-000_grd que su mujer porfiaba y que su porfía era por demás, dijo: “¡Líbreme Dios de esta mala hembra! Aún en mi solaz porfía conmigo”. Púsole el pie y echóla al río, y luego comenzó  a zambullirse bajo el agua y vínosele a las mientes que no dejaría su porfía aunque fuese ahogada; muerta, sí, pero no vencida. Comenzó a alzar los dos dedos fuera del agua, meneándolos en forma de tijeras, dando a entender aún que eran tijeras, y se fue ahogando río abajo. Los convidados tuvieron de ella gran pena y pesar, y comenzaron a correr río abajo, por ir a socorrerla, y el marido dioles voces: “Amigos, volved, volved, ¿dónde vais y cómo no pensáis que, como es porfiada, aún porfiará contra el río y tornará sobre él, agua arriba, contra la voluntad o curso del río?”. Y mientras que ellos se volvieron río arriba, pensando que lo decía de verdad, la porfiada, con su negra porfía, porfiando mal acabó.>>

Alfonso Martínez de Toledo (1398-1470), arcipreste de Talavera

Esta clase de literatura moralizante se redactaba principalmente, como se ha dicho, para educar a la mujer en la obediencia ciega.

Aunque el Corbacho es una obra misógina (¿en serio?), y, por tanto, no destinada a ensalzar los valores femeninos, pues su propósito era justamente lo contrario, cabe admirar en el segundo cuento la tenacidad de aquella mujer, que, aunque no podía hablar porque se estaba ahogando, defendía su postura sacando los dedos fuera del agua y moviéndolos a modo de tijeras.

Hispania Incógnita, 289 a 292, Fernando Arroyo (coord.)