lunes, 21 de septiembre de 2009

CUENTO DE LAS MUJERES DESOBEDIENTES

asi

Creía este buen señor que la mujer había nacido únicamente para ser fiel y obediente al marido, tener hijos, criarlos y educarlos…

 

<<No es duda que la mujer es desobediente, por cuando si a la mujer algo se le dijere o mandase, ha de hacer todo lo contrario. Esto es ya regla cierta, y, por ende, el dicho del sabio Tolomeo es verdadero: “Si a la mujer le es mandado cosa vedada, ella hará cosa negada”. Pero por venir más en conocimiento de ello, ponerte he aquí algunos ejemplos.

>>Un hombre muy sabio vivía en una ciudad muy grande. Éste tenía una hermosa mujer y de gran linaje, y ensorberbecida de su hermosura, como mal pecado hacen algunas, cometió contra el marido adulterio, siendo de muchos amada y aun deseada, tanto que del fuego hecho hubo de salir humo (vamos, que se supo que era adúltera). El buen hombre sintió su mal y, obrando sabiamente, mejor que algunos que se dan con la cabeza en la pared, dejó pasar un día, y diez y veinte, y pensó cómo pondría remedio a dicho mal. Pensó: “Si la mato, soy perdido, que tiene dos cosas por sí: parientes que procederán contra mí; nadie debe tomar la justicia por sí sin conocimiento de derecho y legítimos testigos, dignos de fe y buenas probanzas, con instrumentos y otras escrituras auténticas, y esto delante de aquel que es por la justicia del rey presidente o gobernador,corregidor o regidor, y ninguno por sí debe tomar venganza ni punir a otro ninguno. Y, según esto, pues yo por mí, sin probanzas, no lo puedo hacer; ítem más: los parientes dirán que se lo levanté (que se lo inventó) para matarla y quererme con otra de nuevo unir, he de tenerlos por enemigos”. Pues visto todo lo susodicho y los males y daños que de ello pudieran venir, no la quiso matar por su mano, por no ser destruido; no la quiso matar por vía de justicia, que sería difamado. Fue sabio y usó de artes, según el mundo, y aunque, según Dios, escogió lo peor; pero pensó acabar con ella por otro camino, que él sin culpa estuviese en el mundo, aunque no en Dios, según dije. Por cuanto el que da culpa al daño y por su razón se hace, tenido es el daño; pero él quiso que pareciera ella ser causa de su propia muerte. Y, por tanto, tomó ponzoñas confeccionadas y mezclólas con el mejor y más odorífero vino que pudo hallar; por cuanto a ella no le amargaba el buen vino, y púsolo en una ampolla de vidrio y dijo: “Si yo pongo esta ampolla donde ella la vea, aunque yo le mande cuidar de no beber de eso, ella, como es mujer, hará lo que yo le vedaré y no de dejará de beber de ello, y así morirá”. Dicho y hecho. El buen hombre sabio tomó la ampolla y púsola en una ventanaBotellita_ouzo donde ella la viese. Y luego dijo ella: “¿Qué pones ahí, marido?”. Respondió él: “Mujer, esta ampolla; pero mándote y ruego que no gustes de lo que dentro tiene, que si lo gustas, morirás, así como nuestro Señor dijo a Eva”. Y dijo esto en presencia de todos los de su casa, porque fuesen testigos. Y luego hizo que se iba. Y aún no estuvo en la puerta, cuando ella tomó la ampolla y dijo: “Quemada me vea si no veo qué es”. Y olió la ampolla y vio que era vino muy fino, y dijo: “¡Tómate allá, qué marido y qué solaz! De esto dijo no gustase yo. Pascua mala me dé Dios si quedo con esta manzanilla. No quiera Dios que él solo la beba, que las buenas cosas no son todas para la boca del rey”. Dio con ella en la boca y bebió un poco, y luego cayó muerta. Cuando el marido sintió las voces, dijo: “Dentro yace la matrona”. Luego entró corriendo el marido mesándose las barbas, diciendo en altas voces: “¡Ay, mezquino de mí!”. Pero por lo bajo decía: “¡Qué tarde lo comencé!”. Y en altas voces seguía diciendo: “Cautivo, ¿qué será de mí?”. Y en su corazón decía: “Si no muere esta traidora”. Luego tiraba de ella, pensando que se levantaría; pero acabó allí sus días. Pues ved aquí como la mujer, por no querer ser obediente, hizo primero lo que le vedaron, y murió como otras por esta guisa mueren.>>

Alfonso Martínez de Toledo (1398-1470), arcipreste de Talavera

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<<Otra mujer era muy porfiada, y con sus porfías no daba vida a su marido. Un día imaginó cómo con toda su porfía le daría mala postrimería el marido, y dijo: “Mujer, mañana tengo convidados a cenar: ponnos la mesa en el huerto, en la ribera del río, debajo del peral grande, para estar cómodos”. Y la mujer así lo hizo. Puso la mesa y compuso una buena cena y sentáronse a cenar. Y traídas las gallinas asadas, dijo el marido: “Mujer, dame ahora ese cañivete [cuchillo pequeño] que en la cinta tienes, que este mío no corta más que mazo”. Respondió la mujer: “¡Huy, amigo!, ¿dónde estáis? No es cañivete, que son tijeras”. Dijo el marido: “Ahora en mal punto, ¿del cañivete me haces tijeras?”. La mujer dijo: “Amigo, ¿qué es de vos? Que tijeras son: ¡tijeras!”.Cuando el marido vio43929-000_grd que su mujer porfiaba y que su porfía era por demás, dijo: “¡Líbreme Dios de esta mala hembra! Aún en mi solaz porfía conmigo”. Púsole el pie y echóla al río, y luego comenzó  a zambullirse bajo el agua y vínosele a las mientes que no dejaría su porfía aunque fuese ahogada; muerta, sí, pero no vencida. Comenzó a alzar los dos dedos fuera del agua, meneándolos en forma de tijeras, dando a entender aún que eran tijeras, y se fue ahogando río abajo. Los convidados tuvieron de ella gran pena y pesar, y comenzaron a correr río abajo, por ir a socorrerla, y el marido dioles voces: “Amigos, volved, volved, ¿dónde vais y cómo no pensáis que, como es porfiada, aún porfiará contra el río y tornará sobre él, agua arriba, contra la voluntad o curso del río?”. Y mientras que ellos se volvieron río arriba, pensando que lo decía de verdad, la porfiada, con su negra porfía, porfiando mal acabó.>>

Alfonso Martínez de Toledo (1398-1470), arcipreste de Talavera

Esta clase de literatura moralizante se redactaba principalmente, como se ha dicho, para educar a la mujer en la obediencia ciega.

Aunque el Corbacho es una obra misógina (¿en serio?), y, por tanto, no destinada a ensalzar los valores femeninos, pues su propósito era justamente lo contrario, cabe admirar en el segundo cuento la tenacidad de aquella mujer, que, aunque no podía hablar porque se estaba ahogando, defendía su postura sacando los dedos fuera del agua y moviéndolos a modo de tijeras.

Hispania Incógnita, 289 a 292, Fernando Arroyo (coord.)

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