domingo, 27 de septiembre de 2009

HADAS ALEMANAS

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El hijo del guardabosques de Tuttlingen, en la Selva Negra, volvía a una hora avanzada de la noche de una sesión báquina en la que se había vaciado más botellas de lo razonable.

El joven que se llamaba Berthold, atravesaba canturreando los prados inundados por los rayos de luna y los agradables bosques de abetos más oscuros.

De repente se detuvo bruscamente.
Algo sobrenatural parecía clavarlo en el suelo.
A pocos metros del camino se extendía una laguna llena de flores, cuyas orillas suavemente inclinadas se perdían entre las cañas.
A dos pasos de la orilla, una joven encantadora,
clip_image002sumergida en el agua hasta la cintura, peinaba su larga cabellera.

Pero la impresión de Berthold fue mayor todavía cuando la joven, en vez de huir, le respondió con dulzura, sin mostrar el menor temor.
El joven volvió a ver a la muchacha al día siguiente y pronto nació entre los dos una profunda pasión.
Entonces la muchacha de las aguas hizo saber a su enamorado que se llamaba Evelina, que era de la raza de las ondinas y que para casarse con ella debería hacer una extraña promesa: la de no ir nunca con ella sobre el agua.

Berthold hizo la promesa y se consumó el matrimonio. Era una alegría verlos, y de la mañana a la noche, igual que de la noche a la mañana, las dos criaturas se amaban con tanto abandono y tanta naturalidad que los vecinos sentían deseos de imitarlos.

La llegada del invierno no cambió esta feliz armonía.
Una mañana Berthold dijo a su mujer:
" -Luego saldrás conmigo; te he preparado una sorpresa".
Cuando llegaron a la laguna en la que Eveline se había aparecido por primera vez, el joven sacó de un paquete dos pares de patines y exclamó:
"- Qué alegría esposa mía, te voy a enseñar a patinar".
Pero Eveline se puso pálida como la nieve.
"-¡Tu promesa! ¡Olvidas tu promesa!- exclamó con una voz lamentable.
Berthold se echó a reír y levantando a su mujer en volandas, la depositó sobre el hielo.

Pero ¡ay! el hielo se rompió y, mientras Berthold se agarraba desesperado a los bloques de hielo, Eveline se sumergió y desapareció para siempre.

Han pasado dos años.
El tiempo ha secado las lágrimas del guardabosques.
Sus amigos le han hecho comprender que es demasiado joven para quedarse viudo.
Se ha vuelto a casar con una graciosa muchacha que no pide otra cosa que hacer feliz a un joven y apuesto muchacho.

Mientras los violines resuenan todavía a lo lejos, los dos recién casados han penetrado en la cámara nupcial.
De golpe, una sombra se yergue en medio de ellos y los separa. Es Eveline.
Al día siguiente, y al otro, y al otro...la misma escena se repite.
Eveline aparece siempre para reclamar sus derechos.

La recién casada ha regresado a casa de su madre y Berthold está encerrado en una casa de salud, donde habla sin cesar de la bella ondina que vive en el fondo de la laguna.

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En Epfenbach, cerca de Sinzheim, todas las noches tres hermosas jóvenes vestidas de blanco entraban en la habitación del pueblo donde se reunía la gente para hilar.

Siempre aportaban nuevas canciones y nuevas melodías, conocían bellos cuentos y juegos divertidos.

Sus ruecas y sus husos tenían también algo particular.
Ninguna hiladora sabía torcer el hilo con tanta finura y agilidad como ellas.

Todas las noches, al dar las once, se levantaban, hacían un paquete con sus ruecas y se retiraban, a pesar de todas las súplicas de la asamblea.
Nadie sabía de dónde venían y adónde se iban.
Simplemente las llamaban "las hijas o las hermanas del lago"

Los muchachos las veían con placer y varios se enamoraron de ellas, sobre todo el hijo del maestro de la escuela.
Nunca se cansaba de escucharlas y de hablar con ellas.
Y nada le apenaba tanto como el verlas partir tan temprano.

Un día tuvo una idea.
Hizo retrasar el reloj del pueblo una hora y, por la noche, entretenidos con la conversación y las bromas, nadie se dio cuenta de la hora real.
Entonces, cuando el reloj dio las once, las tres jóvenes se levantaron, juntaron sus ruecas y se marcharon.

Al día siguiente, algunas personas, al pasar junto al lago, oyeron unos gemidos y vieron tres manchas de sangre en la superficie del agua.

Nunca más volvieron a ver a las tres hermanas.


El hijo del maestro, afectado por una languidez enfermiza, murió poco tiempo después.

En las tres hermanas, dulces, amables y laboriosas, nada indicaba la frecuentación del espíritu de las tinieblas.
Se recordó tan solo que los bajos de sus vestidos tenían a menudo el dobladillo mojado, única señal por la que se podía reconocer a las ondinas.

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viernes, 25 de septiembre de 2009

SEGÚN PARECE, MATAR GATOS POR PLACER NO ES DELITO…

El 'matagatos' del PP se va de rositas

El Juez archiva el caso alegando que la muerte de los gatos era fruto de una cacería sin ensañamiento

 

PUBLICO.ES - Madrid - 24/09/2009 19:55

En el caso del "matagatos del PP", el Juez ha decidido archivar la causa alegando que la muerte de los gatos era fruto de una cacería sin que hubiera ensañamiento.

En febrero de 2008 salieron a la luz unas fotografías escandalosas de un joven mostrando como trofeos cuerpos muertos de gatos. Se trataba de Jaime Ferrero, entonces candidato del PP al Ayuntamiento de Talavera de la Reina en las elecciones municipales y miembro de las Nuevas Generaciones del PP en esa localidad toledana, al que, desde entonces, se le conoce como el "matagatos de Talavera" o el "mata gatos del PP".

Junto a su compañero Juan Carlos Vázquez, estos jóvenes organizaron una matanza de gatos indefensos, fotografiándose después con los cadáveres agarrados con ambas manos y exhibiendo una amplia sonrisa. Posteriormente, los jóvenes colgaron las imágenes en Internet para presumir de su "hazaña".

Su comportamiento fue tachado de inmoral e impropio de una persona perteneciente a un partido político y candidato a unas elecciones municipales y los medios de comunicación y la sociedad en general condenaron su actitud sádica y cruel.

Expulsados del PP

La misma visión tuvieron los responsables del Partido Popular que expulsaron a los dos protagonistas de las imágenes de sus filas, en lo que constituyó un rechazo contundente de su comportamiento.

Denuncia

Según denunció Amnistía Animal estos hechos constituyen un delito tipificado en el artículo 337 del Código Penal, que se refiere al maltrato de animales domésticos. Por eso, este organismo solicitó que se aplicara el citado artículo, que prevé condenas de entre tres meses y un año para este tipo de delitos.

"Nuestra sorpresa ha sido mayúscula cuando la Procuradora nos notifica que el juez que atiende en el caso dictó el pasado 11 de septiembre un auto que dispone el sobreseimiento y archivo de la actuación, alegando que los gatos fueron cazados y que de ello se deduce que no hubo ensañamiento", señala AA en un comunicado, que ha interpuesto el correspondiente recurso de apelación, manifestando que la pasividad a la hora de aplicar la ley está haciendo que "individuos como éstos puedan desarrollar conductas violentas con total impunidad".

Uno de los miembros expulsados de NNGG sonríe mientras maltrata a los gatos

lunes, 21 de septiembre de 2009

CUENTO DE LAS MUJERES DESOBEDIENTES

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Creía este buen señor que la mujer había nacido únicamente para ser fiel y obediente al marido, tener hijos, criarlos y educarlos…

 

<<No es duda que la mujer es desobediente, por cuando si a la mujer algo se le dijere o mandase, ha de hacer todo lo contrario. Esto es ya regla cierta, y, por ende, el dicho del sabio Tolomeo es verdadero: “Si a la mujer le es mandado cosa vedada, ella hará cosa negada”. Pero por venir más en conocimiento de ello, ponerte he aquí algunos ejemplos.

>>Un hombre muy sabio vivía en una ciudad muy grande. Éste tenía una hermosa mujer y de gran linaje, y ensorberbecida de su hermosura, como mal pecado hacen algunas, cometió contra el marido adulterio, siendo de muchos amada y aun deseada, tanto que del fuego hecho hubo de salir humo (vamos, que se supo que era adúltera). El buen hombre sintió su mal y, obrando sabiamente, mejor que algunos que se dan con la cabeza en la pared, dejó pasar un día, y diez y veinte, y pensó cómo pondría remedio a dicho mal. Pensó: “Si la mato, soy perdido, que tiene dos cosas por sí: parientes que procederán contra mí; nadie debe tomar la justicia por sí sin conocimiento de derecho y legítimos testigos, dignos de fe y buenas probanzas, con instrumentos y otras escrituras auténticas, y esto delante de aquel que es por la justicia del rey presidente o gobernador,corregidor o regidor, y ninguno por sí debe tomar venganza ni punir a otro ninguno. Y, según esto, pues yo por mí, sin probanzas, no lo puedo hacer; ítem más: los parientes dirán que se lo levanté (que se lo inventó) para matarla y quererme con otra de nuevo unir, he de tenerlos por enemigos”. Pues visto todo lo susodicho y los males y daños que de ello pudieran venir, no la quiso matar por su mano, por no ser destruido; no la quiso matar por vía de justicia, que sería difamado. Fue sabio y usó de artes, según el mundo, y aunque, según Dios, escogió lo peor; pero pensó acabar con ella por otro camino, que él sin culpa estuviese en el mundo, aunque no en Dios, según dije. Por cuanto el que da culpa al daño y por su razón se hace, tenido es el daño; pero él quiso que pareciera ella ser causa de su propia muerte. Y, por tanto, tomó ponzoñas confeccionadas y mezclólas con el mejor y más odorífero vino que pudo hallar; por cuanto a ella no le amargaba el buen vino, y púsolo en una ampolla de vidrio y dijo: “Si yo pongo esta ampolla donde ella la vea, aunque yo le mande cuidar de no beber de eso, ella, como es mujer, hará lo que yo le vedaré y no de dejará de beber de ello, y así morirá”. Dicho y hecho. El buen hombre sabio tomó la ampolla y púsola en una ventanaBotellita_ouzo donde ella la viese. Y luego dijo ella: “¿Qué pones ahí, marido?”. Respondió él: “Mujer, esta ampolla; pero mándote y ruego que no gustes de lo que dentro tiene, que si lo gustas, morirás, así como nuestro Señor dijo a Eva”. Y dijo esto en presencia de todos los de su casa, porque fuesen testigos. Y luego hizo que se iba. Y aún no estuvo en la puerta, cuando ella tomó la ampolla y dijo: “Quemada me vea si no veo qué es”. Y olió la ampolla y vio que era vino muy fino, y dijo: “¡Tómate allá, qué marido y qué solaz! De esto dijo no gustase yo. Pascua mala me dé Dios si quedo con esta manzanilla. No quiera Dios que él solo la beba, que las buenas cosas no son todas para la boca del rey”. Dio con ella en la boca y bebió un poco, y luego cayó muerta. Cuando el marido sintió las voces, dijo: “Dentro yace la matrona”. Luego entró corriendo el marido mesándose las barbas, diciendo en altas voces: “¡Ay, mezquino de mí!”. Pero por lo bajo decía: “¡Qué tarde lo comencé!”. Y en altas voces seguía diciendo: “Cautivo, ¿qué será de mí?”. Y en su corazón decía: “Si no muere esta traidora”. Luego tiraba de ella, pensando que se levantaría; pero acabó allí sus días. Pues ved aquí como la mujer, por no querer ser obediente, hizo primero lo que le vedaron, y murió como otras por esta guisa mueren.>>

Alfonso Martínez de Toledo (1398-1470), arcipreste de Talavera

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<<Otra mujer era muy porfiada, y con sus porfías no daba vida a su marido. Un día imaginó cómo con toda su porfía le daría mala postrimería el marido, y dijo: “Mujer, mañana tengo convidados a cenar: ponnos la mesa en el huerto, en la ribera del río, debajo del peral grande, para estar cómodos”. Y la mujer así lo hizo. Puso la mesa y compuso una buena cena y sentáronse a cenar. Y traídas las gallinas asadas, dijo el marido: “Mujer, dame ahora ese cañivete [cuchillo pequeño] que en la cinta tienes, que este mío no corta más que mazo”. Respondió la mujer: “¡Huy, amigo!, ¿dónde estáis? No es cañivete, que son tijeras”. Dijo el marido: “Ahora en mal punto, ¿del cañivete me haces tijeras?”. La mujer dijo: “Amigo, ¿qué es de vos? Que tijeras son: ¡tijeras!”.Cuando el marido vio43929-000_grd que su mujer porfiaba y que su porfía era por demás, dijo: “¡Líbreme Dios de esta mala hembra! Aún en mi solaz porfía conmigo”. Púsole el pie y echóla al río, y luego comenzó  a zambullirse bajo el agua y vínosele a las mientes que no dejaría su porfía aunque fuese ahogada; muerta, sí, pero no vencida. Comenzó a alzar los dos dedos fuera del agua, meneándolos en forma de tijeras, dando a entender aún que eran tijeras, y se fue ahogando río abajo. Los convidados tuvieron de ella gran pena y pesar, y comenzaron a correr río abajo, por ir a socorrerla, y el marido dioles voces: “Amigos, volved, volved, ¿dónde vais y cómo no pensáis que, como es porfiada, aún porfiará contra el río y tornará sobre él, agua arriba, contra la voluntad o curso del río?”. Y mientras que ellos se volvieron río arriba, pensando que lo decía de verdad, la porfiada, con su negra porfía, porfiando mal acabó.>>

Alfonso Martínez de Toledo (1398-1470), arcipreste de Talavera

Esta clase de literatura moralizante se redactaba principalmente, como se ha dicho, para educar a la mujer en la obediencia ciega.

Aunque el Corbacho es una obra misógina (¿en serio?), y, por tanto, no destinada a ensalzar los valores femeninos, pues su propósito era justamente lo contrario, cabe admirar en el segundo cuento la tenacidad de aquella mujer, que, aunque no podía hablar porque se estaba ahogando, defendía su postura sacando los dedos fuera del agua y moviéndolos a modo de tijeras.

Hispania Incógnita, 289 a 292, Fernando Arroyo (coord.)

MABON

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La diosa madre se convierte en bruja y el brillante Sol, su consorte, ha perdido la batalla contra la noche. Hay que evitar practicar magia en este sabbat, pues no hay elemento de fuego para compensar las fuerzas producidas por la oposición entre Mercurio y Urano, ambos retrógrados. Los pensamientos pueden llegar a ser mu creativos pero hay riesgo de lastimarse o lastimar a otros. La Luna intuitiva camina hacia el poderoso Neptuno, pero esto puede generar confusión y depresión en lugar de procesos psíquicos definidos. Anotamos nuestros sueños esta semana, pues nos traen las mejores anticipaciones de los días venideros.
Celebramos los elementos tradicionales de Mabon. Damos gracias a la reina de la cosecha por sus dones. Recorremos los límites de nuestro territorio como preparación a los días oscuros. Aprendemos la conservación de alimentos y seguimos las antiguas prácticas. Llenamos una canasta con manzanas de un rojo brillante para el atar y cortamos una por la mitad en sentido horizontal para revelar el cuño de la diosa (el corazón de la manzana tiene forma de estrella de cinco puntas). Disponemos pan de nueces y sidra nueva en el altar. La limpia fragancia del humo de la hierba Hierochloe odorata (también llamada hierba de búfalo) nos predispone adecuadamente para el ritual a dos en esta velada de equilibrio. La hora de poder es media noche justo después del plenilunio.
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sábado, 19 de septiembre de 2009

EL MALVADO DON JUAN DE MESA

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A veces las leyendas se ponen en circulación para catequizar con sus piadosos ejemplos a los lectores. Como muestra, sirva la historia de una albacetense que hacía muchas locuras y todas ellas en contra de la Ley de Dios.
     Para este mortal no valían razones ni autoridades. Su antojo era la única ley. Encerraba en su ser todas cuantas maldades pudieran imaginarse en el mundo.
     Don Juan de Mesa (al que no debe confundirse con el personaje histórico homónimo, el enigmático escultor e imaginero cordobés del siglo XVII Juan de Mesa y Velasco) traía todas las cosas a contrapelo y violentadas. Tiraba a daño y no a provecho. “¿Cuándo dejará don Juan de Mesa de hacer tamañas locuras y de caer continuadamente en el pecado?”, se preguntaba la gente. Pero sus maldades parecían no tener fin. Tenía una inicua facilidad para encadenar los daños, siempre apartándose del bien. Su alma era un lóbrego secarral, batido por las constantes inclemencias de un viento de pasión; no cabía en él ni la leve alegría de una sonrisa; todo eran matas de cardos punzantes, malas hierbas espinosas que servían para adorar al demonio. No había música de agua en su alma; un alma sin vigor ni lozanía, erizada sólo de pinchos agresivos, de yermos eriales. Sus palabras eran crueles, ásperas, maldiciones furibundas… Sólo eso era lo que arrastraba por el aire su reseca soledad, aridez pedregosa, sin agua, sin flores, sin pájaros.
     Hombre malo y bárbaro era, pues, este don Juan. Ignoraba qué fuera justicia, qué fuera perdón, qué fuera misericordia y ternura. Entre los brazos de los siete vicios capitales se reclinaba satisfecho, sin atajarse los regalos y gustos. Siempre estaba vertiendo ponzoña por la boca. No había basilisco que se le pareciera. Tanta era la ferocidad que mostraba en los ojos que andaba como revestido del demonio. Pasaba muy a menudo los límites del furor y llegaba a los de la locura. Con sus desvergüenzas traía en gran alteración la ciudad. Sus amigos, sus groseros amigachos, no podían sino ser gente de la peor calaña, cenagal pestilente de maldades y putrefacción, rufianes de toda laya y toda broza. Con ellos andaba constantemente en sus malhadados festines. Muy a menudo se hallaba toda esta ralea traspasada por la lujuria del vino. Cuando se emborrachaban, don Juan y los pelafustanes, sus constantes seguidores, eran como un volcán en erupción. La barrera de ningún respeto los contenía. Tenían ciego el entendimiento y saltaban sobre cualquier cosa respetable y santa para desbordarse impetuosamente en sus perversidades, con las que; a menudo, llegaban hasta el sacrilegio.
     Las personas de vivir apacible, que tenían un concepto sereno de la existencia, encendían cirios a los santos para que les preservaran de ellos, rociaban con agua bendita los zaguanes de sus casas y enredaban rosarios y escapularios en las fallebas de las ventanas y en los cerrojos de las puertas.
     En el silencio de las calles dormidas se oía noche tras noche ruidos de espadas en contienda; bruscos estampidos de caballos que salían al galope; largos gritos anhelantes de doncellas raptadas; carreras veloces de corchetes y belleguines; voces pidiendo socorro y favor a la justicia.
     La gente vivía en una constante alarma. Esos hombres, de los que era cabeza el calvatrueno don Juan, andaban por Albacete con desenfrenada insolencia; no dejaban sosegar de día ni respirar de noche a las buenas gentes de la ciudad. A la cola de los perros grandes les gustaba atar hachones embreados que encendían, y luego echar a esos animales empavorecidos a través de los trigos maduros con el fruto ya logrado, y así iban produciendo incendios, y con ellos, causando miserias. Y a don Juan y a su perversa carpanta de bribones ese fuego que arruinaba a muchos seres humildes les producía grandísimo regocijo.
     A la luz vaga del atardecer encontraron en una ocasión a un viejecillo sentado a la orilla del río Júcar,que en sosegada calma veía correr el agua. Le hablaron con soez grosería, y él les dio las buenas tardes con voz lenta y serena, y les miró con una bondad que encadenó a una amable sonrisa que descubría la paz de su alma de aldeano y, después, tornó a posar su vista en la corriente. Don Juan le tiró un lazo, luciendo su destreza de lazador, y apretando el nudo corredizo, echó la otra punta sobre el brazo de un árbol y, entre risotadas festivas, subía y bajaba al desventurado viejo para que entrase y saliese del agua. Por fin, soltó la cuerda que se deslizó rápida por la rama, y la corriente se llevó  al viejo, dándole vueltas entre su ímpetu espumoso, sin que se pudiese valer de los brazos que estaban inmovilizados por un fuerte nudo. Y así llegó el infeliz hasta la muerte.
     Una mañana iban de comilona esos terribles hombres a un célebre mesón de Chinchilla de Monte Aragón, que está a unas pocas leguas de Albacete; llevaban ya dentro de la barriga el alma de muchas botellas. Cantaban a coro un loco romance, en cuyos versos bárbaros se hacía burla de cosas sagradas y santas.
     El limpio azul de la mañana comenzó a enturbiarse con nubes que presagiaban lluvia. La pelafustanería de don Juan entró con él en una ermita muy famosa que hay a las puertas de Chinchilla para librarse del aguacero. La capillita, blanca y pobre, tenía en su altar la figura de Santa María del Salvador y, junto a ella, un crucifijo con la imagen de su Hijo en el suplicio. La cruz, negra, robusta, sostenía con grandes clavos al Salvador, con luengas barbas y muchas heridas que ofrecían el tremendo espectáculo del martirio. En las piernas y en los brazos se abrían lívidas llagas y corrían mil hilos de sangre que iban a enrojecer las manos enclavijadas y los pies, también contraídos de dolor en el postrer sacudimiento de la agonía.
     Don Juan comenzó a alabar, por mofa y risa, la imagen de Santa María del Salvador y, luego, todos tomaron el crucifijo como entretenimiento. Uno de ellos, para aumentar la sangre, tomó unas flores de pétalos colorados, y después de dejarlas en un charco, le dio unas groseras chafarrinadas a la sana imagen; otro le echó lodo para que pareciese –según dijo- que acababa de llegar de un camino largo; otro le colocó unos ridículos lazos verdes en las barbas y entre los pelos, y así, los más, fueron poniendo sus manos crueles en la dolorosa imagen del Señor.
     Don Juan de Mesa tomó la ballesta que uno de sus amigos llevaba para cazar palomas y, plantándose muy abierto de  piernas ante el altar, tomó bien la puntería y atirantando la cuerda del arco lo más que dio de sí, soltó la flecha hacia la encendida llaga del costado, pero en el acto don Juan dio un grito de angustia y de dolor que fue súbitamente ahogado por el eco de la ermita. De pronto, se desplomó de espaldas, muy ruidosamente. En su pecho estaba vibrando la saeta, bien clavada en su corazón.
     Todos aquellos rufianes mostraban en sus rostros palidez y turbación de ánimo; sus ojos, que estaban agrandados por el miedo, iban de la imagen de Santa María del Salvador a la de Cristo crucificado, y de la de Cristo crucificado al cadáver de don Juan de Mesa, que sangraba abundantemente. Las carnes de todos ellos temblaban de espanto.
     Mientras tanto, afuera, el aguacero era grande, llovía con fuerza. Parecía que Dios descargaba todas sus lágrimas sobre la tierra
Hispania Incógnita, 285 a 288, Fernando Arroyo (coord.) 
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viernes, 18 de septiembre de 2009

HADAS SUIZAS

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Los suizos decían, que en otra época, el lago Zug, situado en lo alto de una montañas, no lejos de Lucerna, había sido el reino de las ondinas, gobernado por un Rey Elfo desde un palacio de cristal ubicado en el fondo del lago.

De vez en cuando por la noche, las hijas del Rey se unían a los jóvenes de la ciudad.

Bajo la luz de las farolas, las doncellas de la aguas danzaban en la fiesta de la cosecha y desaparecían al amanecer, dejando un rastro de gotas  de agua que conducían hasta la orilla del lago.

Sin embargo la marcha no era siempre fácil.

Una joven ondina se enamoró profundamente de un muchacho del lugar, el cual, por su parte, quedó cautivado por la doncella, cuya voz era tan suave como el murmullo de las olas del lago, y en cuyo pelo relucían como diamantes miles de gotitas de agua.

No obstante la ondina moriría si permanecía más tiempo en la tierra, así que como era diestra en encantamientos, formuló un hechizo que permitiría al joven vivir bajo el agua, sin necesidad de aire para respirar, pero no pudo eliminar la nostalgia por lo suyos.

Poco a poco, el joven se fue entristeciendo y debilitando entre los salones de cristal en los que habitaba la ondina.

El espíritu, decían los suizos, usó todos sus poderes para aliviar el sufrimiento de su amante.

11Entre un ocaso y un amanecer, hechizó la ciudad, trasladándola  a las profundidades del lago.

Durante siglos, quienes miraban las aguas de Zug pudieron ver algo más que los reflejos de las nubes y las montañas.

Si el aire era lo bastante nítido y la luz clara, distinguían una ciudad entera bajo el agua.

Y no era una ciudad sumergida: la gente andaba por las calles y los jardines.

Al caer la noche, las luces tintinaban en las casas y entonces, desde la orilla se podía escuchar el tañido de la campana de la iglesia emergiendo desde el fondo del lago, llamando a la ondina y a su amante a reunirse en el sosiego de su hogar.

lunes, 14 de septiembre de 2009

EL VIEJO VENDEDOR DE VERDURAS

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En algunas leyendas, el autor, bien porque quiera enviar algún mensaje de censura a los poderosos, bien porque quiera educar a sus oyentes, coloca al final de su relato una moraleja. Con este recurso, el contador de leyendas hace de la denuncia parte del texto y, de esta forma, salva su responsabilidad. Si alguien le llamaba la atención o quería castigarlo, el narrador decía: “Yo la cuento como me la contaron”. Así, estas leyendas saltaban todos los controles impuestos por el poder: al ser huérfanas de autor, podían ser hijas adoptivas de todo el mundo.

     En el año 1266 se concedió a la ciudad de Cuenca el privilegio de hacer mercado el día jueves.

     Desde la concesión de este privilegio, todos los jueves, muy temprano, los caminos y las sendas, que venían de la huerta y del campo se atestaban de gente que, con mulas, con carros o cargadas a sus espaldas, acarreaban sus diferentes mercancías.

     Como el mercado era franco, o sea, libre y sin impedimento alguno para que cualquier persona pudiera vender o cambiar, el recinto de la lonja se llenaba de colorido y de gente pintoresca. Hortalizas, frutas, centeno, avena, cebada, gallinas, conejos y patos, amén de otros muchos productos, se vendían, se compraban o se cambiaban por otras mercaderías.

     Fórmulas mágicas se anunciaban a voz en grito como excelentes medicinas que sanaban escrófulas, herpes, varices ulceradas, gota, sarna, acedías, aftas, alopecias, catarros, callos, estreñimiento, forúnculos, jaqueca y raquitismo. Mientras, bufones, comediantes y repentistas (Persona que improvisa un discurso, una poesía, etc.) se ocupaban de ofrecer sus variados entretenimientos favorecidos por la caridad pública.

     A través del tiempo, y como suele suceder en todos estos acaecimientos históricos, se fueron cimentando en torno al mercado del jueves muchas anécdotas, bastantes leyendas y algunas coplillas. Una de aquellas historias narra un suceso ocurrido muchos años después de haber sido concedido el privilegio del mercado. Se dice que durante una comida que ofreció el adelantado del Reino a los observadores, vigilantes y recaudadores responsables de la buena marcha del mercado, el adelantado les hizo la siguiente pregunta: “Señores, pese a que exigimos nuevos impuestos, nuestras rentas no hacen más que disminuir. ¿Podéis explicarme este contrasentido?”.

     Los comensales expusieron varias opiniones y teorías económicas, pero, a pesar de que algunos de ellos eran eruditos en la materia, ninguna resultó satisfactoria.

     De pronto, un viejo vendedor de verduras que había sido invitado como delegado y representante de los mercaderes se puso en pie y pidió la palabra.  Luego, tomó de un saco un puñado grande de harina, y levantándolo en alto para que todos los comensales lo vieran, lo entregó después a su vecino de mesa y pidió que los invitados lo fueran pasando de mano en mano hasta que el puñado de harina llegara hasta el adelantado del rey, que se hallaba sentado en el extremo opuesto de la larga mesa. Cuando el puñado de harina, ya bastante reducido, llegó a su destino, todos los convidados tenían las manos y algunas partes de sus ropas manchadas de harina. Dijo entonces el vendedor de verduras: “¿Comprende ahora vuestra merced por qué el dinero se ha reducido tanto cuando llega a vuestras manos?”.

     Y en el pesado silencio que se produjo, el adelantado del rey hizo con la cabeza un gesto de asentimiento.

Hispania Incógnita, Fernando Arroyo (coord.) – págs. 283 a 285

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domingo, 13 de septiembre de 2009

SE DICE QUE…

La mora se relaciona con la prosperidad y el dinero. Conviene servir postres o vinos de mora en las comidas de negocios.

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Se ofrecen hojas de laurel a Nike, la diosa romana de la victoria, para tener éxito en las empresas.

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viernes, 11 de septiembre de 2009

EL LEÓN DE DON JUAN DE AUSTRIA

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En ocasiones, la leyenda está basada en un hecho real, aunque con frecuencia se adereza con buenas dosis de fantasía. Es el caso de la leyenda renacentista que refiere la historia del león que tuvo el príncipe don Juan de Austria (1545-1578), hijo del emperador Carlos V y heroico general de los mares que comandó la flota de la Liga Santa, vencedora contra los turcos en la batalla de Lepanto (1571). Al parecer, el rey árabe Hamida le regaló un imponente felino a don Juan durante la estancia del militar español en Túñez.
El historiador Luis Zapata de Calatayud, que vivió en aquella época, da fe de ello cuando escribe en Miscelánea o Varia Historia (1589) lo siguiente:
“Diole don Juan a este león su mismo nombre de Austria, y de día y de noche no se quitaba de su presencia, como fiel capitán de su guardia. Siempre estaba echado ante él y con la barba en tierra, le ponía el pie encima y, como un lebrel, agradecido de tal favor, coleaba; estaba a su comer a la mesa, y comía de lo que el señor don Juan le daba. Y en la galería, el esquife de ella era su morada, y cuando iba a caballo iba a su estribo, como un lacayo, y si a pie, detrás, como un paje. Y tal vez si se enojaba con alguno e iba a arremeter contra él, una voz de don Juan, diciéndole “¡Austria, tate; para aquí!”, se ponía en paz y se iba a echar a su misma cama.
Este hermoso y raro animal, partido el señor don Juan hacia Flandes, fueron tantos los gemidos y aullidos que dio, que puso a todos los de este reino gran maravilla y espanto, hasta que de pura tristeza de la ausencia de su amo, vino a acabarse.”
En la alcazaba de Túnez sucedió a don Juan un muy extraño caso: era este alcázar muy espacioso y fuerte; tenía dentro de sus muros anchos patios enclaustrados, huertas, jardines y muy cómodas habitaciones, ricamente alhajadas a usanza morisca, con pavimentos y fuentes de mármol blanco. Eran estas habitaciones las de Muley Hamida, y allí se aposentó don Juan. Había en ellas una escalera de caracol que bajaba a un jardincillo muy fresco, con callecillas de arrayán y preciosos arriates de flores y narajos, limoneros, membrillos y granados; más allá estaban los baños y, tras ellos, la parte vieja y ruinosa de la alcazaba. El día después de su llegada bajó don Juan a ese jardín a la hora de la siesta en busca de fresco; acompañábale Gabriel Cervelloni, capitán general de la artillería, y Juan Soto, y sentáronse en una especie de bancos de azulejos moriscos que a la sombra de unas espesas enredaderas había; el calor, la hora, el suave sosiego de aquel delicioso sitio y el rumor del agua que corría tornaron pronto la plática desmayada, y sumiéronles en ese dulce embeleso que precede al sueño.
De repente saltó Cervelloni de su asiento echando mano a la daga, y otro tanto hizo don Juan Soto. Veían que por las callecillas de arrayán se adelantaba pausademente un enorme león. Pareció el animal extrañarse a la vista de los tres personajes, y se detuvo un momento, mirándolos como sorprendido, con una pata en alto; mas, prosiguiendo mansamente su camino, llegó a don Juan de Austria, que se había adelantado, y frotándose contra sus piernas como un perro, echóse humilde a sus pies.
Apareció entonces por el lado de los baños un esclavo nubio, y explicóles con pintoresca mímica que aquel hermoso animal era un león domesticado para solaz del rey Hamida. Y que vivía familiarmente en la alcazaba.
Acaricióle entonces don Juan. Y tal corriente de simpatía se estableció desde aquel momento entre “el león de Austria” y el león del desierto, que vino a ser éste el más fiel servidor de aquél.

Hispania incógnita. Fernando Arroyo (coord.) – págs. 281 a 283
DonJuandeAustria

martes, 8 de septiembre de 2009

UNA ORDEN QUE NUNCA LO FUE

     De las más de 370 órdenes militares y religiosas que se fundaron y pervivieron durante la Edad Media, la denominada Orden de la Vela, que muchos tienen por auténtica, es en realidad una orden de leyenda, es decir, que forma parte de la tradición histórica pero no existe para la Historia documentada.
     En el año de la Encarnación del Señor de 1178, el rey de León, Fernando III, donó el castillo de Ponferrada a la milicia del Templo de Salomón, más conocida como Orden del Temple.
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     Cuando los freires (frailes) templarios llegaron al castillo para hacerse cargo de su administración y gobierno, encontraron en su interior a un grupo de cereros (recolectores de cera) que, al carecer de local adecuado donde poder llevar a acabo la fabricación de las velas que ellos mismos manufacturaban, se habían instalado en una de las salas del castillo.
     Los templarios, en vez de obligarlos a abandonar la estancia de la que habían tomado posesión ilícitamente, llegaron a un acuerdo con este grupo de artesanos.
     El acuerdo fue el siguiente: los artesanos podrían seguir en la sala que habían ocupado, pero, a cambio, proveerían a los soldados del Temple de cuantas velas necesitaran, bien para su uso en la fortaleza o para entregárselas a los peregrinos que por allí pasaban hacia Santiago de Compostela.
     Las velas que los monjes templarios ponían gratuitamente a disposición de los peregrinos sirvieron, durante todo el tiempo que duró su estancia en el castillo de Ponferrada, para comunicarse continuamente con el Apóstol. Era tanto como decir: “Apóstol Santiago, esta vela que el peregrino pone ante tu altar es una donación del Temple, para que sepas que el peregrino fue alimentado, curado y provisto por nuestros hermanos para mayor gloria de Nuestro Señor Jesucristo y para que, por ello, nunca te falten fieles agradecidos que vengan a festejarte y a darte eternidad mediante la luz.”
     Cuando la Orden del Temple fue suprimida y desposeída de todas sus propiedades, los artesanos, que habían convivido durante muchas generaciones con estos monjes, perpetuaron la caridad de los monjes guerreros: asistían a los peregrinos dándoles alojamiento, curándoles y suministrándoles víveres, ropas, velas y otros útiles. Y puede que incluso se constituyeran como “orden” para seguir realizando la piadosa labor que sus benefactores habían estado llevando a cabo en la comarca leonesa del Bierzo, es decir, en Ponferrada, Bembibre, Villafranca y otros lugares vecinos.
     Esta leyenda pudo ser el origen de una confusión: aún hoy no falta quien crea que realmente existió una orden llamada “de la Vela” y que, además, fue una especie de orden tercera de los hermanos del Templo de Salomón.
Hipania Incógnita. Fernando Arroyo (coord.) – págs. 280 y 281
caballe

domingo, 6 de septiembre de 2009

SE DICE QUE…

El color amarillo realza la inteligencia, la persuasión, la vitalidad, la alegría y la comunicación.

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HADAS IRLANDESAS

el beso de violeta

La gente de aquella tierra hablaba a menudo del sino fatal de un joven llamado Borno, tan atractivo que era conocido como el mimado de los dioses.

Allí estaba Borno en una cresta baja de la montaña desde donde se podía divisar el brillo del mar en la distancia.

Entre un grupo de viejos árboles había un estanque centenario, abastecido por un manantial que afloraba entre las rocas.

Borno dejó beber al asno, luego cogió las tinajas, mientras el animal pastaba de aquí allá.

Pero no las llenó enseguida, se sentó junto al estanque, disfrutando del aire fresco y escuchando como las cigarras festejaban la belleza del medio día.

De pronto los lirios se estremecieron, el agua se rizó y susurró al chocar contra las piedras. Entre los nenúfares apareció una mujer infinitamente seductora, infinitamente misteriosa.
Su piel era más blanca que los pétalos de lirio, sus ojos eran verdes como las hojas. Una oscura melena, con tallos entrelazados, caía sobre sus hermosos hombros, fundiéndose con el agua.

Levantó una mano y Borno se acercó a ella. Luego vaciló y retrocedió.

-No sois mortal, doncella-dijo.

La muchacha sonrió perezosamente y asintió con la cabeza, los ojos del muchacho se oscurecieron de deseo, inclinándose sobre el estanque.

Tan pronto como la punta de sus dedos tocó el agua, la mujer le sujetó como si de un grillete se tratara. Sus pequeñas y afiladas uñas se clavaron en su carne y Borno cayó inexorablemente al agua, penetrando en el mundo sin aire que se ocultaba bajo la tierra, dónde aún reinaban los espíritus acuáticos y los humanos no podían vivir.

O por lo menos eso es lo que dijeron los compañeros de Borno. El asno había regresado hasta los campos rebuznando lúgubremente. Fueron al estanque, donde encontraron las tinas del agua en el suelo, vacías. Le buscaron y le llamaron hasta el amanecer, pero fue en vano.

Algo mágico flotaba en el aire alrededor del estanque.

Más tarde, tras haber dado por terminada la búsqueda, los irlandeses compusieron una melodía para Borno, contando como fue raptado por la ninfa del estanque.

La cantaron durante siglos mientras recolectaban el grano.

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viernes, 4 de septiembre de 2009

LA LUNA DE LA COSECHA

Como el fruto de la vid nuestras vidas pueden cambiar y fermentar. Ahora que recoges los tardíos frutos de tu trabajo, agradece la dulzura de la vida. De ella proviene el gozo y los dones, y también la fermentación y los “espirituosos”. Celebra la naturaleza siempre cambiante de la vida, de los sueños y de los propósitos, mientras brindas por los ingredientes sagrados, los amigos, la familia y los familiares, las relaciones afectivas que te enternecen y te fermentan. Honra a Dionisio, dios del vino y del éxtasis. Invoca el equilibrio entre la luz y la oscuridad y valora la proporción en tu vida. Nos preparamos para la oscuridad que avanza y para volvernos hacia dentro, purificarnos y eliminar la confusión física, mental, emocional y espiritual. El equilibrio nos dotará de un paso firme para hacer el recorrido repleto de desafíos que tenemos por delante.

Luna del vino, Luna cantadora, Luna del esturión,
aparece el equilibrio sagrado entre la luz y la oscuridad.
Neftis, Freya, Ceres, Isis,
conferid equilibrio a la diversidad que conforma mi vida.
Dallas Jennifer Cobb

uva

jueves, 3 de septiembre de 2009

SE DICE QUE…

La diosa germana Nertus es la personificación de la tierra fértil y se le rinde culto en los bosques sagrados.

nertus19aj

Las hierbas femeninas son: la consuelda, el alcanfor, la altamisa, el hibisco, la artemisa, la rosa, la fresa, el tomillo, la valeriana y la milenrama.

Alcanfor