"Vive el presente con la mayor intensidad de la que seas capaz. El pasado es un camino, no siempre recto, para alcanzar el hoy; el mañana, si es que te llega, será una consecuencia que ha de traer entre sus manos su propio afán. El presente es tembloroso y casi nada. Se prolonga y se estira hora tras hora, y todas hieren, menos la última, que mata. Resárcete de esa dura ley. No sientas remordimientos del pasado; no sientas temor por el futuro. Siente no más el gozo del presente -carnal y lúcido, inevitable e inmediato-, o el dolor del presente, enriquecedor y válido también...
Y antes de cualquier otra norma, ten ésta en cuenta: no te separes de la vida. No dejes de abrazarte a ella con fuerza: ni por cobardía, ni por pereza, ni por sensatez. Abandónate a la vida, sin que la manche ninguna pasajera tristeza, ningún pesimismo, ninguna sombra tuya. Y pregúntate de vez en cuando para qué estás aquí: quizás estés solo para averiguarlo. Si puedes, cuando puedas, sé feliz. Pero, aunque no lo seas, no lo olvides: el tesoro del niño está aún próximo a ti; lo tocarás si alargas la mano; no lo disminuyas a tu costa... Te lo repito: no te separes nunca de la vida; por nada de este mundo te separes. Cuando alguien te lo aconseje por prudencia, desóyelo y aléjate de él. La vehemencia es enemiga de la circunspección. Y recuérdalo a cada instante: la obligación más exigible de un ser vivo -la primera- es vivir: vivir por encima de todo lo demás. La vida es tu oportunidad, la tuya sólo: tus errores, tu inapelable fiesta, tus dudas, tus fracasos, tu muerte intransferible. Tu posibilidad, solo la vida. Sea o no un sueño. Porque hay que vivir el sueño y hay que soñar la vida apasionadamente."
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