Sentada está Lady Isabel en su aposento cosiendo,
cuando a un caballero elfo escucha soplar su cuerno.
“Quisiera tener el cuerno, aquel que escuché tocar,
y al que lo toca en mi seno dejaría recostar.”
Apenas esas palabras las muchacha pronunció
que aquel caballero elfo a su ventana saltó.
“Es extraño –dijo él-, mi bella dama,
que apenas oyes mi cuerno, me llamas.”
“¿Vendrás conmigo hasta el bosque? ¿Me quieres acompañar?
Si vienes, bella doncella, habremos de cabalgar.”
Montó él sobre un caballo y a un caballo montó ella.
Juntos los dos cabalgaron con rumbo hacia la floresta.
“Desmonta, Isabel. Desmonta, que acabamos de llegar,
en este lugar, mi dama, es donde tú morirás.”
“Piedad, gentil caballero. Caballero, ten piedad,
déjame ver a mis padres aunque sea una vez más.”
“De siete reyes las hijas en este lugar maté
ahora la octava de ellas, mi bella niña, has de ser.”
“Oh, recuesta en mis rodillas un momento tu cabeza,
descansemos así antes de la muerte que me espera.”
Se acercó él cuanto pudo y con caricias lo arrulló,
cautivo de sus encantos, el elfo pronto durmió.
Con el cinto de su espada, la doncella lo amarró.
Después con su propia daga herida de muerte le dio.
“Si a siete reyes las hijas mataste en este lugar,
yace aquí junto con ellas y su esposo al fin serás.”
- Balada muy antigua, cuyos orígenes algunos remontan a la historia bíblica de Judith y Holofernes y cuyo rastro puede seguirse en la mayoría de los países de Europa.
- Extraída de Canciones Celtas, JORGE FONDEBRIDER y GERARDO GAMBOLINI
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