La cerca llamada de don Gonzalo estaba, hace algún tiempo, en los alrededores del cerro donde se levanta la ermita de San Miguel, en Granada. Fue construida en tiempo del rey Ibn Ismaíl, decimoctavo monarca granadino. Cuentan algunas tradiciones que esta leyenda no es tal, sino un hecho histórico y bien cierto…
Ibn Ismaíl había subido al trono después de haber vencido a Mohamed Ibnozin el Cojo. Había hallado la ciudad en muy penoso estado, casi sin fortificar, porque el dinero de los tesoros se había gastado en la construcción de bellos palacios. Ibn Ismaíl solía lamentarse con frecuencia del peligro en que estaba su ciudad, ya que los cristianos iban extendiendo su dominio cada vez con más pujanza y audacia. El rey meditaba en la forma de terminar una cerca que, comenzada tiempo atrás, había sido abandonada por falta de recursos.
Un día, cierto joven guerrero llamado Reduán, distinguido en todos los combates, pidió ser recibido por el rey. Cuando estuvo ante su presencia, le dijo:
-He sabido que te apena comprobar cuán desguarnecida se halla la ciudad y que lamentas la pobreza de tus arcas para poder alzar la cerca. En eso veo cuánto amas a tu pueblo. No has de pedir ayuda a los jefes de las tribus, pues tamaña deshonra un rey no puede sufrir. Yo, Reduán, te ofrezco ganar tributos suficientes para esa obra y aun para otras más. Ahí está Jaén, la ciudad cristiana. Yo, en una ocasión, te di palabra de ganar Jaén en una hora y ha llegado el momento de que cumpla mi promesa. Llama a tus guerreros, ordena la marcha y, al cabo de un día, Jaén será nuestra y tendremos el oro necesario, ya que impondremos fuertes tributos a nuestros prisioneros.
Ibn Ismaíl aceptó con entusiasmo la proposición de Reduán. A la mañana siguiente piafaban ya los caballos de los mejores guerreros granadinos, que se preparaban a marchar contra Jaén.
Avanzaron al galope y ya divisaban la ansiada ciudad cuando se vieron sorprendidos por la salida de numerosas tropas formadas por caballeros y peones cristianos. Reduán se desesperó al ver que los cristianos habían advertido la llegada los granadinos y que no había ocasión de tomarla por sorpresa. Se trabó la batalla y los granadinos fueron derrotados, si bien pudieron conseguir algunos prisioneros.
Fueron días tristes para los granadinos y de mortal angustia para Reduán, que veía desvanecidas sus ilusiones y deshonrada su palabra. Además, había pensado pedir a Ibn Ismaíl, como gracia por su triunfo, la libertad de una esclava a al que amaba desde hacía tiempo. Todo se había perdido con su derrota. Desdeñado de todos, el desdichado caballero estaba sumido en los pensamientos más tristes.
Ibn Ismaíl se lamentaba por la desgracia que le perseguía, paseando por un patio de la Alhambra, cuando se acercó un esclavo y pidió la venia a su señor para recibir a un cristiano que llegaba de Jaén. Era un emisario que traía un mensaje de la ciudad cristiana, en el que se decía que entre los prisioneros hechos por los moros se encontraba nada menos que don Gonzalo, el obispo de Jaén, el cual, llevado de su natural belicoso, había querido tomar parte en la acción de defensa de la ciudad. Las huestes de Granada lo habían apresado, pero no habían reconocido su alto rango.
Entonces, la tristeza se tornó alegría y esperanza. Ibn Ismaíl mandó llamar a Reduán, le comunicó la buena nueva y le dijo:
-Ahora, con el rescate del obispo de Jaén, tendremos con qué construir la cerca. Al fin, gracias a tus consejos y también a tu valor, pues luchaste como un valiente en aquella desdichada escaramuza, tenemos lo que queríamos.
Reduán contestó que no convenía pedir dinero, sino hombres que pudieran construir el trozo de muralla que faltaba. Así se hizo, e Ibn Ismaíl devolvió al mensajero con el documento en que constaba su petición.
Así fue como se levantó la cerca y Reduán obtuvo, como premio, la libertad de su amada esclava.
Adaptación de Emilia Cobo de Lara, tomada de diversas fuentes y la tradición oral, HISPANIA INCÓGNITA, págs. 305 a 307
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